Método Ferrerós, el método a medida para entender y educar a tus hijos

Queremos aplicar este método, ¿por dónde empezamos?
El «equipo papás» ha de concentrarse, tal como hacen los futbolistas antes de un partido importante. Una vez tomada la decisión es importante y necesario que os aisléis de vuestra vida cotidiana para poder planificar vuestras nuevas estrategias. Necesitáis «tiempo muerto». ¿Cómo conseguirlo? Echad mano de abuelas, tíos, parientes, incluso amigos, para poder colocar los niños un fin de semana y quedaros solos, cargando pilas y poniendo sobre el papel los pactos educativos a los que vais a llegar.
Una vez tomada la decisión, ¿qué roles tenemos los padres?
Este paréntesis es básico como toma de conciencia de vuestra nueva relación: formáis parte de un nuevo equipo y se os asignarán diferentes cometidos. Pero algo ha cambiado: ahora estáis los dos juntos, frente al peligro. Se trata de apoyarse mutuamente, hacerse respetar por los niños y crear un punto de apoyo común para que ellos puedan crecer con un punto de referencia sólido y estable. Uno de los peligros más frecuentes es que uno de los padres se alíe con sus hijos en contra del otro, desautorizándolo sin darse cuenta.
La educación de mis hijos es muy importante para mí, pero me causa muchísimo estrés, ¿es normal?
Actualmente, los padres se suelen obsesionar por alcanzar un sobresaliente en la asignatura de la paternidad, lo que ocasiona que la mayoría de las parejas viva en un permanente estado de duda. Cada decisión, por insignificante que sea, les hace sentirse culpables. Se genera tensión entre ellos por tener diferentes puntos de vista respecto a la educación de los hijos y, sin quererlo, se la transmiten a ellos. El resultado es el caos; nadie sabe qué es lo que hay que hacer, ni padres ni hijos. La desorientación ocasiona una pérdida de control sobre la situación que puede ser más peligrosa que el problema en sí mismo.
¿Qué debemos consentirles y qué no?
Eso depende de los padres, pero, en general, hay que cortar actitudes que promuevan que de adultos sean maleducados, consentidos o egoístas...Por ejemplo, que el niño salte encima del sofá tiene una importancia relativa. Sin embargo, faltarle el respeto al abuelo o a algún otro mayor es inadmisible. Sencillamente, porque ningún niño saltará de mayor en el sofá por no haber sido castigado por ello de pequeño y, sin embargo, un niño al que se le consintieron groserías, de mayor será un grosero.
¿Es lógico que los padres se sientan culpables cuando riñen a sus hijos?
Cuando eso ocurre quizá es porque inconscientemente están descargando su enfado sobre ellos, sin razón. A los niños hay que reñirles cuando se lo merecen realmente, en su justa medida y con independencia de nuestro estado anímico. Es injusto que los hijos paguen el mal humor de los padres. Si el niño hace algo mal, hay que cortar esa actitud, pero con justicia y sentido común. Ningún padre se siente culpable por reñir a un niño que no quiere ir al colegio, ¿verdad?
     
 
 
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